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CARTA DEL DIRECTOR ESPIRITUAL A LOS HERMANOS DE LA REDENCIÓN

¿Dónde está tu Dios?

En estos días sabemos dónde estamos, o dónde debemos estar, en casa; sabemos dónde está nuestra esperanza, en que esto pase pronto; sabemos dónde está nuestra estación de penitencia, en nuestra memoria y en un vacío novedoso que nos deja esta situación anómala. Pero ¿dónde está tu Dios? A priori podríamos pensar que está sólo en nuestro Templo de la Calle Santiago, esperando a vestir nuevamente su túnica blanca de un lunes santo que será, cuanto menos, diferente. Podemos creer que está en el silencio y la oscuridad del sagrario, sufriendo, como otros muchos, el abandono y la indiferencia de los que han pensado en preocuparse sólo de sí mismos.

En estos días en los que nos enfrentamos a un escenario completamente desconocido para todos, debemos preguntarnos ¿dónde está nuestro Dios? Estamos asistiendo, sin menosprecio a otras realidades diferentes, a una clara manifestación de la crisis religiosa que vivimos. Ante tanto comunicado, ante tanta alarma y ante tanta información/desinformación, se constata que Dios es el gran ausente de todo. Vemos cómo hermanos nuestros, insolidarios y noveleros, hacen acopio de provisiones, dan lecciones de responsabilidad social, proponen canales, juegos y tareas de ocio para pasar el tiempo. Y ¿dónde está tu Dios? Hemos reducido nuestra vida de fe a una práctica religiosa ocasional, confundida muchas veces con el asociacionismo en sus múltiples formas y variantes, que ante la desestabilización de la rutina deja escapar la poca realidad sagrada que roza nuestra vida. Pregúntate ¿dónde está tu Dios? Eres responsable de buscarlo, de encontrarlo, de sentirlo. En el silencio, en el abandono, en la soledad, ahí está Dios. En el susurro de la brisa, en la historia personal y en lo profundo de tus entrañas, ahí está Dios. En la lectura de su Palabra, que es de vida, en el memorial de la Eucaristía, en la oración ante el sagrario sólo y frío de una iglesia, ahí está Dios. En ti, que eres capaz de vencer el miedo irracional que te vuelve egoísta, que puedes dejar de llenar superficialmente tu vida para dedicarte un rato a las cosas divinas, que puedes prestar tu tiempo y tu cariño a quien lo necesita, ahí está Dios.

Pregúntate. Y mira cuál es tu respuesta. Podrán cambiar las cosas, podremos no vestir nuestra túnica este año, no veremos la majestuosidad del olivo por la calle Santiago como el mejor dosel para el Señor de la Redención, no escucharemos el sólo de Rocío mientras el palio revira para ajustarse en la puerta bajo la luz de la luna, pero Dios está con nosotros. Que nuestro corazón se llene de gozo. La realidad espiritual y trascendente que nos une es mucho mayor y profunda que los factores que la visibilizan. Por eso, te animo a que hagas verdaderos momentos de oración personal en estos días, que te ayuden a sentir cómo Dios cuida de ti y te acompaña en lo más profundo de tu ser. Que uses las nuevas tecnologías para leer el evangelio y te sirvas de algún comentario sobre él que te haga vivirlo. Que te unas por nuestras redes sociales a la Misa que seguiré celebrando cada lunes ante nuestros titulares. Que invoques, con corazón de hermano, a María Santísima del Rocío, con la certeza de que una madre siempre escucha a sus hijos y los auxilia. Ojalá, en toda esta situación, sientas a Dios como fiel compañero, sepas escuchar su voz que te habla al corazón y eso te llene del gozo inconmensurable de experimentar a Cristo entre nosotros.

Fernando Emilio Borrego Ojeda, Pbro.
Director Espiritual de la Hermandad de la Redención. 

 

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